Un macroestudio detecta ocho patrones dietéticos que ayudan a llegar a una vejez saludable
Menos del 10% de los 100.000 estadounidenses que participaron en el estudio consiguió llegar a los 70 años de forma sana


Solemos conjugar en presente aquello de “eres lo que comes”, pero la ciencia nos anima a hacerlo en futuro. La alimentación que seguimos durante la mediana edad determinará el tipo de vejez a la que llegaremos. Varios estudios habían sugerido esta idea, pero pocos con una base de datos tan amplia como la que publica este lunes la revista Nature Medicine. Los autores siguieron la alimentación de más de 100.000 estadounidenses durante 30 años, y después midieron su salud al llegar a los setenta. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, legumbres y productos lácteos bajos en grasa se asoció a una mejor salud física y mental en la vejez, mientras que una mayor ingesta de grasas trans, sodio, bebidas azucaradas y carnes rojas o procesadas, se asoció con una peor salud o incluso la muerte. No parecen unas indicaciones muy complicadas de seguir, y, sin embargo, la inmensa mayoría de los participantes en el estudio no lo hizo. Solo el 9,3% experimentó un envejecimiento saludable. Parece que comer bien es mucho más fácil en la teoría que en la práctica.
“A mí también me sorprendió ese porcentaje tan bajo”, reconoce Marta Guasch Ferre, profesora de Epidemiología en la Universidad de Copenhague y una de las autoras del estudio. “Pero también hay que tener en cuenta que los participantes son estadounidenses, y allí la alimentación es peor y el acceso a la sanidad más limitado”. A pesar de estas diferencias ambientales, la investigadora asegura que las conclusiones del estudio son aplicables a todo el mundo, pues hablan de cuestiones biológicas. Si quieres saber qué tipo de anciano vas a ser, solo tienes que echar un vistazo a tu nevera.
La dieta es el principal factor de riesgo conductual de muerte y enfermedades crónicas a nivel mundial, y es el segundo factor de riesgo (después del tabaco) en adultos mayores. Comprender la relación entre la dieta y el envejecimiento saludable es importante, especialmente en un mundo que envejece a marchas forzadas. El presente estudio no tuvo en cuenta el momento de ingesta ni si los participantes realizaban ayuno intermitente. Guasch reconoce que no solo importa qué comemos, sino cuándo lo hacemos. Pero explica que en los años noventa, cuando se empezaron a recopilar los datos para el presente estudio, no había literatura científica suficiente que refrendara estas ideas.
Los investigadores definieron el envejecimiento saludable como sobrevivir hasta los 70 años sin la presencia de once enfermedades crónicas importantes y sin deterioro de la función cognitiva, la función física o la salud mental. Una mejor adherencia a ocho dietas específicas se asoció con una mayor probabilidad de un envejecimiento saludable. Entre estas estaba la dieta mediterránea, una de base vegetal, otra antiinflamatoria y una pensada específicamente para bajar la hipertensión. “Lo que nos dice esto es que no hay una sola forma de comer saludable”, explica Guasch, “y que es importante que esta dieta se pueda adaptar cultural y socialmente al contexto de quien la adopte. En España, por ejemplo, sería muy difícil prohibir el jamón, mientas que en otros países no supone un gran esfuerzo eliminarlo de la dieta”.
El estudio no sorprende por sus conclusiones, pero sí por su contundencia. “Es un artículo espectacular por su magnitud”, analiza Salvador Macip, investigador especializado en envejecimiento y ajeno al trabajo. “Nunca antes se había hecho un estudio epidemiológico sobre este tema con tantas personas seguidas a lo largo de tanto tiempo. No nos dice nada que no supiéramos ya, pero es una confirmación importante y bastante definitiva de que hay que potenciar una dieta sana para mejorar la salud de la población”.
Sin embargo, algo que también deja bastante claro el estudio es que no es fácil hacerlo. Se da la paradoja de que, cuantas más evidencias tenemos de que la comida ultraprocesada está arrasando con nuestra salud, más la consumimos. No son alimentos, son productos, y en ellos se manipulan las cantidades de azúcar, sal y grasas para llegar a concentraciones que no se encuentran en la naturaleza. Esto produce un intenso efecto en nuestro cerebro, algunos investigadores aseguran que tienen una capacidad adictiva. Así que no importa lo contundentes que sean las conclusiones de estos estudios. No hay ningún paper que pueda competir con el sabor de una smash burguer o una pizza con extra de queso. Sabemos que no son sanas, pero queremos más.
El presente estudio subraya la posibilidad no tanto de aumentar la esperanza de vida, como su calidad. Y recuerda que las acciones que hagamos en el presente tendrán sus consecuencias en el futuro. Pero, cuándo deberíamos empezar a cuidar nuestra dieta para notar un efecto en la vejez. La respuesta corta es: cuanto antes. “Hay estudios que demuestran que hasta la alimentación de la madre embarazada puede afectar a la salud del hijo más adelante”, explica Guasch. “La alimentación influye en nuestra salud presente y futura, y lo que hayas comido toda la vida va a tener un impacto”, explica. Dicho esto, la autora deja un espacio para la esperanza al recordar que “nunca es tarde para mejorar la alimentación”. “Si cambias la forma de comer a los sesenta, es probable que algo notes a los setenta”. Pero la dificultad de adoptar nuevos hábitos de vida, especialmente llegados a cierta edad, convierte esta idea en algo poco realista. Lo mejor que se puede hacer para llegar a una vejez saludable es empezar a preocuparse por ella cuando aún queda lejos.
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