La ‘epidemia’ del hígado graso frustra casi una de cada tres donaciones del órgano en España
La ausencia de síntomas hace que el donante desconozca que sufre la dolencia, vinculada a la mala dieta y el sedentarismo. La EMA estudia aprobar este año el primer medicamento específico


Casi una de cada tres donaciones de hígado se frustra en España por una razón imprevista: a la hora de la verdad, y pese a las buenas intenciones, el órgano no está en buenas condiciones para ser trasplantado. En 2023, esto sucedió con 545 de los 1.800 donantes registrados y en la gran mayoría de las ocasiones la causa fue la enfermedad del hígado graso metabólico.
El dato lo ha ofrecido Beatriz Domínguez-Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), en el 50 congreso de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), celebrado la semana pasada en Madrid. Los hepatólogos españoles destacan que la cifra es una evidencia más de un problema de salud pública del que llevan tiempo alertando y que no dudan en calificar como “una de las epidemias del siglo XXI”. Las causas, insisten, están muy vinculadas con una dieta deficiente y el sedentarismo, por lo que esta patología a menudo acompaña a otras dos también muy extendidas: la obesidad y la diabetes tipo 2.
“Entre un tercio y una cuarta parte de la población tiene el hígado graso. Pero la mayoría ni siquiera lo sabe, como nos muestra la cifra de donaciones fallidas. La razón es que la enfermedad hepática no da síntomas hasta que está muy avanzada. Si a esto le añadimos que la única opción es intentar que el paciente cambie los hábitos de vida y que no tenemos ningún tratamiento específico para ayudarle, el panorama hasta ahora ha sido más bien desolador”, explica Manuel Romero, presidente de la AEEH.
Dos moléculas han tenido un papel protagonista en el encuentro científico por su potencial para poner algo de luz en este sombrío horizonte, aunque por ahora ninguna está aprobado en Europa con la indicación de tratar el hígado graso. Una es el resmetirom, que sí lo está en Estados Unidos y que es el primer fármaco desarrollado de forma específica para tratar esta dolencia. La otra es la semaglútida —mucho más conocida por su marca comercial Ozempic—, de la que se han presentado datos en el congreso que confirman que aporta beneficios a la salud hepática. Hasta el momento, sin embargo, las dos únicas indicaciones aprobadas para este medicamento son la diabetes y la obesidad.
“La llegada de nuevos tratamientos para el hígado graso, de recibir el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), puede ser de gran ayuda para los pacientes en un momento en el que estamos viendo cambios revolucionarios frente a la obesidad”. Así se expresa Javier Crespo, miembro del Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla (IDIVAL), y responsable de otra de las investigaciones relevantes presentadas en el congreso. “Hemos estudiado datos de más de 40.000 personas de entre 40 y 70 años obtenidos de la llamada Cohorte Cantabria, una muestra aleatoria de habitantes de esta comunidad. Y los resultados nos dicen que la prevalencia del hígado graso metabólico asciende a entre el 29% y el 30% de la población estudiada”, destaca.
El hígado graso metabólico —también llamado esteatosis hepática metabólica (EHM)— está causado por la acumulación de grasa en el hígado. Cerca de un 20% de los pacientes que lo sufren desarrolla esteatohepatitis (MASH, en sus siglas en inglés). “En estas formas avanzadas, el hígado deja de funcionar bien. Mueren células hepáticas y surgen cicatrices, lo que conocemos como fibrosis”, explica Romero, que también es jefe de la Unidad de Hepatología del Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla.
Según el número y extensión de cicatrices, la EHM se clasifica entre F0 —cuando la grasa acumulada aún no ha provocado daños— y F4. La fibrosis hepática puede progresar a cirrosis y cáncer de hígado y, además, se relaciona con complicaciones cardiovasculares (infartos e ictus, entre otras) y otros tumores.
El consumo excesivo de grasas saturadas —comida rápida, ultraprocesada, embutidos, bollería...— y bebidas azucaradas es, junto a la genética, la causa de la enfermedad en una de sus formas más habituales (la otra está relacionada con el consumo de alcohol). El cambio de hábitos para adoptar una dieta saludable y practicar ejercicio es siempre un paso imprescindible para recuperar la salud del hígado. “En la mayoría de ocasiones, esto será suficiente porque este órgano tiene una capacidad asombrosa de regenerarse por sí mismo. Pero en otras no lo será y son estos pacientes los que van a beneficiarse de los nuevos tratamientos”, cuenta Rocío Aller, hepatóloga en el Hospital Clínico de Valladolid y secretaria científica de la AEEH.

El resmetirom no es una molécula desconocida para los hepatólogos españoles, que han tenido un papel en su desarrollo con la participación en el ensayo clínico MAESTRO-NASH de una docena de hospitales públicos españoles. El medicamento se toma de forma oral una vez al día y actúa sobre los receptores beta de la hormona tiroidea situados en las células del hígado, lo que ayuda a regular el metabolismo de los lípidos y la glucosa. Los resultados muestran que entre el 26% y el 30% de los pacientes con MASH que tomaron resmetirom mejoraron —frente al 9,7% de los que recibieron placebo— y “uno de cada cuatro logró la regresión de al menos un estadio de fibrosis”, destaca Romero, que ha participado en los ensayos.
El medicamento, que se comercializa bajo la marca Rezdiffra, fue aprobado por la Agencia del Medicamento de Estados Unidos, la FDA en marzo de 2024 y la compañía que lo ha desarrollado, Madrigal Pharmaceuticals, confía en que la EMA le dé luz verde en Europa “a mediados de 2025″, según un portavoz.
Los resultados presentados en el congreso sobre la semaglútida, del ensayo ESSENCE, muestran que ″el tratamiento con 2,4 miligramos a la semana [dosis aprobada para el tratamiento de la obesidad] consigue hacer desaparecer la inflamación en un 32% de los pacientes y mejora la fibrosis en el 36%, datos muy superiores al resultado obtenido con el placebo, que es de aproximadamente la mitad″, explica Romero. La semaglútida, coinciden los expertos consultados, tiene la ventaja de que su perfil de seguridad es bien conocido al haber sido utilizada en pacientes con diabetes desde 2017.
Rocío Aller, que no ha participado en los ensayos, considera esperanzadores los resultados de los dos fármacos, aunque por ahora respondan a los tratamientos una parte de los enfermos. ″Venimos de muchos años de fracasos y no tener ninguna alternativa farmacológica, así que estos resultados marcan un cambio de tendencia importante que abre el camino a futuras investigaciones″, afirma.
Esta experta, sin embargo, insiste en que la primera intervención con los pacientes con hígado graso tiene que estar basada en cambios en la alimentación y el ejercicio físico. ″La esteatosis hepática metabólica es una de las epidemias del siglo XXI. Afecta ya más de una cuarta parte de la población y en gran parte se debe a cómo comemos y lo poco que nos movemos. Nos estamos alejando de la dieta mediterránea, que además de ser nuestra cultura es muy beneficiosa para la salud. Parece que vamos hacia otras formas de alimentación que no son precisamente saludables″, lamenta.
Relación con el nivel educativo
La relación de estos cambios en la dieta con la posición socioeconómica de las familias ha sido otro de los puntos que ha quedado en evidencia durante el congreso. ″En el estudio en Cantabria, además de ver la prevalencia del hígado graso metabólico, hemos analizado por primera vez cómo influyen los determinantes sociales de la salud. Y hemos visto que variables como la pobreza, el menor nivel educativo, el paro, una situación de vulnerabilidad, tener una discapacidad o un salario anual inferior a los 18.000 euros se relacionan claramente con una mayor prevalencia de la enfermedad, pero también con que esta evolucione hacia formas más graves″, resume Javier Crespo.
Este experto considera imprescindible tomar medidas de calado en salud pública. ″Tenemos que trabajar desde las escuelas, porque solo la formación permitirá a los ciudadanos tomar conciencia del impacto que tienen sobre la salud nuestras decisiones sobre lo que comemos, la actividad física que hacemos... Pero también hay que gravar la comida basura y los ultraprocesados. La comida sana tiene que ser más accesible que aquella que sabemos con certeza que es perjudicial para la salud. Y muy a menudo sucede justo lo contrario″, concluye.
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